Ver a un niño a través de una lesión o enfermedad trae grandes recompensas para muchas enfermeras pediátricas, que tienen la satisfacción de saber que ayudaron a un niño herido o asustado a hacer el viaje hacia la recuperación. Sin embargo, a veces se enfrentan a una tensión emocional intensa, especialmente cuando pierden a un paciente o deben consolar a un padre asustado o afligido. Si bien su trabajo requiere compasión y empatía, también requiere la capacidad de mantenerse objetivo y ser frío bajo presión.
$config[code] not foundSirviendo como apoyo moral
Las enfermeras pediátricas no solo brindan atención física a los niños enfermos, sino que también ofrecen apoyo emocional para los pacientes y sus familiares. No importa lo mucho que los angustie ver a los niños que sufren o a los padres preocuparse, las enfermeras deben mantenerse fuertes y tranquilas, especialmente cuando se trata a pacientes con enfermedades o lesiones graves. También deben aprender a establecer límites para que no dejen que su participación enturbie su juicio ni obstaculice su capacidad para atender a los pacientes.
Desafíos de la comunicación
Los niños a menudo tienen dificultades para expresar cómo se sienten, incluso lo que les duele y lo que les preocupa sobre su tratamiento. Si las enfermeras no pueden salvar esta brecha de comunicación, no pueden aliviar los temores de un niño o descifrar sus síntomas. Esto puede llevar a la frustración de muchas enfermeras, especialmente si el niño no coopera. La incapacidad de conectarse con un paciente puede hacer que una enfermera sienta que no puede hacer su trabajo. También puede obstaculizar sus esfuerzos para brindar atención, ya que no puede trabajar con el niño para apoyar su curación.
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Siempre es difícil para una enfermera ver a un paciente con dolor o ver morir a un paciente, pero a veces es peor cuando este paciente es muy joven. Muchos pacientes pediátricos están asustados y confundidos, y podrían estar traumatizados ya sea que estén sufriendo una fractura de hueso o simplemente hayan recibido un diagnóstico de cáncer. Además, puede ser difícil para las enfermeras ver a un niño con toda su vida por delante y saber que hay poco que puedan hacer para ayudar. A menudo sufren la pérdida de un paciente, especialmente si lo trataron durante semanas o meses y formaron una relación con él y su familia.
Hacer una diferencia
A pesar de los inconvenientes, las enfermeras pediátricas a menudo se benefician de grandes recompensas emocionales. Muchos, por ejemplo, establecen relaciones sanas tanto con los niños que tratan como con los miembros de su familia. Incluso podrían mantenerse en contacto años después de que el niño regrese a casa, permitiéndoles ver su progreso y el impacto positivo que tuvieron en su vida. Las enfermeras también obtienen satisfacción emocional al saber que ayudaron a los niños y a sus padres durante un tiempo aterrador o traumático. Incluso si el resultado no es lo que esperaban, saben que estaban allí para ofrecer apoyo, amabilidad y la mejor atención posible.